Quizás porqué...

Wednesday, September 29, 2004

Cartas al director

Juzgue usted mismo:
"No les afecta nada" Ahora llegan el señor Caldera y la señora Rumí, haciendo propaganda hacia la inmigración ilegal que tiene España. Estos señores que viven en “una burbuja” de comodidad y seguridad, claro, a ellos no les afecta nada de lo que nos afecta a los españoles más humildes, ellos no deben esperar dos años para operarse, ellos no tienen que llevar a sus hijos a colegios “multiculturales” donde las bandas de “niños” peruanos, ecuatorianos, cubanos, magrebíes, les cobran hasta por salir al patio, y tantas otras cosas que, como no se van a publicar, no me molesto en escribir. Tampoco tienen que mendigar trabajos con contratos de esclavismo, con salarios vergonzosos de aceptar, ni tienen que vivir en los pisitos en los que hasta pasar por las escaleras significa ya un peligro. ¿Verdad, señor Caldera, que usted no pasa por esta maravillosa “multicultura”? Usted vive de los que no tenemos voz para protestar ni diarios que nos quieran publicar cartas como ésta. En cambio, usted y los de su cuerda tienen todos los medios para manipular a la gente.
Ferran Grau Giralt. Vic (Barcelona)

“Su sangre con mi pañuelo” No hay momento ni lugar que no nos recuerde el drama humano de muchos inmigrantes. Acabo de ser testigo de un atropello en una calle de Zaragoza. Mi coche iba detrás del que ha atropellado en un paso de cebra a una señora de mediana edad. Salgo a socorrerla, y después de un momento de tensión, porque la señora no daba señales de vida, por fin levanta la cara ensangrentada. Al recuperar la conciencia de lo que está pasando, sus primeras palabras son: “Me van a echar”. La señora que le estaba sujetando la cabeza y yo, perplejas por su única preocupación, nos damos cuenta de que es rumana y no nos entiende bien. Con insistencia repite “me van a echar”, sin percatarse de sus lesiones. Llega la Policía y una ambulancia, y una vez que doy los datos como testigo, me marcho en mi coche. En el trayecto no puedo dejar de pensar en la recurrente frase de la víctima, y empieza a dolerme el alma y a surgirme “la pregunta sin respuesta”,: ¿Por qué yo voy a mi digno trabajo, y después a mi acogedora casa con mis preciosos hijos en mi bonita ciudad de mi estupendo país? La única respuesta que encuentro es: porque me ha tocado nacer aquí, qué suerte. Hoy he limpiado su sangre con mi pañuelo, y ella sólo pensaba: “Me van a echar”.
Conchita Casales Jasso. Villanueva de Gállego (Zaragoza)

Cartas publicadas Revista El Semanal (diario ABC) 12/09/2004

Friday, September 17, 2004

El círculo

Las heridas se cierran, las costras aparecen durante la noche intentando llenar el vacío de la piel ausente.
A la mañana están tensas. Con su tarea casi cumplida. Ya tan sólo deben esperar a que la piel se regenere con el paso de las horas y los días.
Por la tarde la herida reaparece. Aquellas uñas puntiagudas se clavaron en la piel deshaciendo los cimientos apenas frescos de la costra malograda.
Las heridas se cierran, las costras aparecen durante la noche intentando llenar el vacío de la piel ausente.

Cassandra de la Esquina©

Thursday, September 09, 2004

del Yo al Nosotros

"Los estados del oeste, nerviosos ante el cambio que comienza. Texas y Oklahoma, Kansas y Arkansas, Nuevo México, Arizona, California. Una familia expulsada de su tierra. Padre pidió el dinero prestado al banco y ahora el banco reclama la tierra. La compañía de tierras -es decir, el banco cuando posee tierra- no quiere familias para trabajarlas, quiere tractores. ¿Es algo malo un tractor? ¿No es buena la energía que abre los largos surcos? Si el tractor fuera nuestro, sería algo bueno, no mío, sino nuestro. Si nuestro tractor abriera los surcos de nuestra tierra, sería bueno. No de mi tierra, sino de nuestra tierra. Entonces podríamos amar ese tractor igual que amamos esta tierra cuando era nuestra. Pero el tractor hace dos cosas: remueve la tierra y nos expulsa de ella. Apenas hay diferencia entre el tractor y un tanque. Los dos empujan a la gente, la intimidan y la hieren. Hemos de pensar en esto.
Un hombre, una familia, obligados a abandonar su tierra; este coche oxidado que cruje por la carretera hacia el oeste. Perdí mis tierras, me las quitó un solo tractor. Estoy solo y perplejo. Y por la noche una familia acampa en una vaguada y con otra familia se acerca y aparencen las tiendas. Los dos hombres conferencian en cuclillas y las mujeres y los niños escuchan. Éste es el núcleo, tú que odias el cambio y temes la revolución. Mantén separados a estos dos hombres acuclillados; haz que se odien, se teman, recelen, uno del otro. Aquí está el principio vital de lo que más temes. Éste es el cigoto. Porque aquí he perdido mi tierra empieza a cambiar; una célula se divide y de esa división crece el objeto de tu odio: nosotros hemos perdido nuestra tierra. El peligro está aquí, porque dos hombres no están tan solos ni tan perplejos como pueda estarlo uno. Y de este primer nosotros surge algo aún más peligroso: tengo un poco de comida más yo no tengo ninguna. Si de este problema el resultado es nosotros tenemos algo de comida, entonces el proceso está en marcha, el movimiento sigue una dirección. Ahora basta con una pequeña multiplicacióbn para que esta tierra, este tractor, sean nuestros. Los dos hombres acuclillados en la vaguada, la pequeña fogata, la carne de cerdo hirviendo en una sola olla, las mujeres silenciosas, de ojos pétreos; detrás, los niños escuchando con el alma las palabras que sus mentes no entienden. La noche cae. El pequeño está resfriado. Toma, coge esta manta. Es de lana. Era la manta de mi madre, cógela para el bebé. Esto es lo que hay que bombardear. Éste es el principio: del yo al nosotros.
Si tú, que posees las cosas que la gente debe tener, pudieras entenderlo, te podrías proteger. Si fueras capaz de separar causas de resultados, si pudieras entender que Paine, Marx, Jefferson, Lenin, fueron resultados, no causas, podrías sobrevivir. Pero no lo puedes saber. Porque el ser propietario te deja congelado para siempre en el yo y te separa para siempre del nosotros.
Los estados del oeste se muestran nerviosos ante el cambio inminente. La necesidad sirve de estímulo al concepto, el concepto estimula la acción. Medio millón de personas moviéndose ya por el país; un millón más impaciente, dispuestas a partir; y otros diez millones más de personas empezando a sentir el nerviosismo.
Y los tractores abriendo múltiples surcos en la tierra vacía."
Las uvas de la ira - John Steinbeck